viernes, noviembre 17, 2006

El cuarto día...

Bueno, no me quejo de los avances, algo más de provecho vamos sacando, aunque nada espectacular, teniendo en cuenta que los apuntes y yo tenemos una relación soporífera... pero bueno, nos vamos entendiendo, yo más a ellos que ellos a mi. Hoy jugué a la loteria.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Buenas noches, y feliz luna de miel.
Escribo aquí tan solo porque es el único sitio en el que sé hacerlo: en el destinado a los comentarios que no se me piden. Esto, a fin de cuentas, es un comentario, sí. Pero no uno relativo a tu anterior escrito; ni siquiera, relativo al blog. Podríamos decir que, de hecho, lo único relativo aquí es que esto realmente sea un comentario... Pero bueno, dejando en paz estas anfibologías que tanta guerra dan mientras entretienen, pero no mantienen (al menos no mi atención), pasaremos a divulgar otros aspectos de mi huida de mí misma en la noche que nos ocupa.
A ver a ver, repasando en mi cajón de-sastre, podría comentar que he tenido la tentación de buscar en tu blog un atisbo de mi persona, algo que me haga deducir que algún día existí (coito ergo sum). Me da igual si en pasado o en presente, o cursiva o monotype: la cosa era saciar mi egolatría y encontrar un recuerdo de mi paso por tu vida. Estaba bien la idea, sí. Me hubiera sido lo suficientemente grato como para tomarme la molestia que dicha comprobación me llevaría y leerme tu blog de arriba a abajo... El caso es que he preferido tomar actitud sumisa y ser yo la que demuestre un rastreo en busca de una huella dejada que, a fin de cuentas, no es más que una forma de decir que quedó rastro de tu paso... Al menos, tomaré la precaución de salir sobre tus propias pisadas.
El caso: que no he buscado ni lo haré, "ni falta que me importa". Y es que, tanto ve el cántaro a la fuente, que querer llevar siempre la voz cantante me ha hecho que a veces prefiera romperme. Pongamos por poner, y ya que ponemos, pongamos que estamos puestas. Y al pan pan, y al vino vino, y santa rita rita, lo que se da no se paga, y lo que se paga, cuesta el doble. Y salgo a la calle, y andurreo, y a veces lo llamo paseo y me jacto de ser tan normal. Y un jodido empedrado hace que las gotas de lluvia ahora caigan hacia arriba (¿se puede caer hacia arriba?), y los bajos de los pantalones son lo único que conservas húmedo. Y aún así, te mojas y vuelves a caer en la misma piedra. Y es que los cantos redondos son más resbaladizos. En ese momento te das cuenta de por qué siempre preferiste los sonetos a las redondillas. Pero aspirar a tal logro conllevaría versos de arte mayor. Y aquí, el único arte que existe se derrama gota a gota y en gimoteante soledad. Y tanto arte me abruma; y tanta bruma me nubla; y tanta nube me carga; y la carga se descarga en forma de tormenta, que vuelve a empapar mis suelas; y vuelvo a resbalar en el mismo canto redondo, y ya empiezo a pensar si será de jodida sirena. Y dicho esto, mi alarma salta en forma de sirena, y da un traspiés y se zambulle en otro charco; y ahora queda varada; y se convierte en zumbido. Y trona en mis oídos y retumba en mi eco, y resbalo en mi silencio y meto la pata en el charco.... y me mojo los jodidos bajos... Y vuelta a empezar y la cosa no retorna; y mis bajos siempre húmedos y la calma que no cesa... Y es que, tanto llover sobre mojado construyó una buena pista para que mis neuronas patinaran.
“Alrededores de mis pensamientos”, capítulo once, versículo diecisiete.

18/11/06 1:37 a. m.

 

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